viernes, 20 de mayo de 2011

XXXVIII

La voz había llegado desde lejos,
inmutable,
incolora,
herida,
atravezada por un rayo de luna
que atenua cualquier resplandor.

El hombre,
una sombra en el camino,
con sus huellas carentes de profundidad
transpasa todo dolor
y corre en línea recta.

Ya el temblor habia pasado.
Miró hacia atras.
Mas allá de las piedras,
dos ojos se asoman por encima del risco.

La sangre gotea púrpuras estelas.

La tarde se aquieta
y proclama su última sentencia
...