sábado, 29 de enero de 2011

XXXV

Si se perdió en las oscuridades de su corazón
sabemos que no volvió a salir.
Alli, olvidada para todos los demás,
sin ganas de vivir,
sin esperanzas de regresar a la vieja vida,
soportanto los azotes de su pensamiento.

Botellas y barriles que flotan,
solitarios,
en el mar de su conciencia.
Hojas coloreadas que vuelven
una y otra vez,
y se pegan en la pared del martirio.

Esas voces, tan lejanas y tan ausentes,
marchitas en el umbral de su juventud
se escuchan a traves del vitral
que le impide ver la luz.

Y allá a lo lejos: una figura.
Se acerca poco a poco,
la reconoce sin nombrarla.
Es El, no hay duda.
Una vez mas la rescatará,
pero esta vez todo será distinto.

Ya no más lágrimas sin sentido,
ni escasos perdones,
ni miradas indiferentes
que se reflejen en sus ojos.

Una sola persona: El sólo él
tiene la clave.
La toma de la mano, dándole seguridad.
Le pide un sólo paso
que atraviese la frontera de su vida.
Sus huellas,
tambien de hiel y sangre, quedarán  en la arena eternizadas..


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